No me olvides, ¿me oyes?, por Kiyoshi Shigematsu. Lost Odissey, 1000 años de sueños… Este relato en particular fue leído de forma muy buena en el, en paz descanse, podcast de Ultimo Nivel en un episodio que no dudo en recomendar y paso a enlazar a continuación.
DESCARGAR [ON].2x
Este relato aparece en el programa a partir del minuto 38:28 si gustan saltar directamente al especial, escúchenlo, no se arrepentirán. Y ahora si, entramos de lleno en el relato escrito.
-¡Hermanote!
Oye gritar a alguien a sus espaldas mientras se abre paso entre el gentío del pueblo.
Al principio Kaim, que busca hospedaje para pasar la noche, no se da cuenta de que es a él a quien llaman.Sin embargo, siguen gritando con insistencia: -¡Hermano mío! ¡Hermanote!
Qué raro.
La última vez que visitó este pueblo fue hace ochenta años. No puede quedar nadie que lo conozca.
-¡Espera, hermanote! ¡No te vayas!
Cada vez se extraña más, pues la voz que lo llama “hermanote” es la de una anciana. Sin bajar la guardia, se gira poco a poco.
Exacto: es una mujer mayor.
La viejecita, ataviada con ropa de niña, mira fijamente a Kaim y sonríe emocionada.
-Creo que se ha equivocado –le dice Kaim sin ocultar su fastidio.
-No, de eso nada –dice la anciana sacudiendo la cabeza y ensanchando la sonrisa-. ¡Tú eres mi hermanote Kaim!
-¿De qué…
-¿Qué pasa, Kaim, ya no te acuerdas de mí?
-Er…Bueno…Yo…
A Kaim no le acaba de sonar esta mujer. Aunque al final la reconociera, sabe que no conoce a nadie en este pueblo. Se pregunta si no se habrá reencontrado con alguien que conoció algún día en el camino. No, está seguro de que no la conoce y, lo que resulta aún más extraño, ¿por qué esta mujer que podría ser su abuela lo llama “hermanote”?
¡No finjas que no me conoces, Kaim! ¡No seas malo!La viejecita grita tanto que la gente se detiene a mirarlos.
No solo porque la anciana esté voceando, claro. En estas calles bulliciosas todo el mundo se ve obligado a levantar la voz para hacerse oír. Pero no llama la atención solo por eso. Los gritos de la viejecita suenan distintos a los de un adulto normal. Más bien recuerdan a los chillidos de una niña vociferando a pleno pulmón.
Los viandantes miran extrañados a la anciana y enseguida se desentienden.
Su confusión es comprensible. La viejecita lleva su pelo cano y liso sujeto con un lazo colorido y su vestido tiene el mismo estampado de flores y las mismas mangas holgadas que el de una niña.
Muchos de los transeúntes la miran entre compadecidos y apenados.
Poco a poco, Kaim lo va entendiendo. Se trata simplemente de que esta mujer está demasiado mayor. Por eso el pasado, encerrado en su memoria, se ha vuelto más auténtico para ella que la propia realidad.
Un hombre de mediana edad que pasa junto a ellos tira del codo a Kaim.
-Yo en su lugar no le haría caso. No deje que le líe. Sólo le traerá problemas.
-Es verdad –confirma la esposa del hombre al tiempo que asiente con la cabeza-. Como usted no es de aquí, no lo sabe, pero esta mujer está senil. Se olvidará de usted enseguida.
Puede que tengan razón, pero el caso es que la viejecita sabe su nombre.La niña que vive en su cabeza cree que es su “hermanote”.
Kaim se esfuerza por recordar.
La última vez que estuvo aquí, hace tanto tiempo, apenas se quedó unos días.No llegó a conocer a mucha gente y ya no puede quedar nadie que se acuerde de él.
Al ver que Kaim no se aparta de la anciana, el matrimonio entrometido se ofende.
-Intentas ayudar, ¿y cómo te lo agradecen? –resopla el marido.
-Déjalos, ellos verán –añade la esposa-. Vámonos. –Sin más, siguen por su camino.
La anciana afila la voz al máximo y les grita mientras se alejan airados:-¡No me olvidéis, ¿me oís?!
Es entonces cuando Kaim se acuerda. La viejecita se pone muy contenta al ver que la ha recordado.
-¿Me recuerdas ahora? –grita la mujer-. Soy Shushu. Yo… ¡Shushu!Ahora sí la recuerda; era muy pequeña cuando la conoció en este pueblo hace ochenta años.Entonces apenas levantaba dos palmos del suelo. Era una niña muy espabilada, cuya falta de timidez con los extraños se debía a que era la hija del posadero.
Debió de hacerle gracia una expresión que oyó decir a alguien, de modo que siempre que un huésped se marchaba después de haber pasado algunos días en la posada, en lugar de despedirlo con el típico “adiós” o “muchas gracias”, le sonreía y le decía con jovialidad: “no me olvides, ¿me oyes?”.
Sin embargo, cuando por fin distingue a la niña que se esconde bajo la maraña de arrugas, Kaim aparta la mirada del rostro de la anciana.
-¿Qué pasa, hermanote?
Kaim no soporta la mirada vacía de Shushu.
¡Han pasado ochenta años! ¿De qué pueden hablar un hombre que no envejece nunca y una anciana senil a la que conoció de niña?
-Déjenme pasar, por favor. Lo siento, déjenme pasar, por favor.
Un joven se abre paso entre la gente en dirección a donde están Shushu y Kaim.-¡Bisabuela!
-¿Cuántas veces te tengo que decir que no salgas sin avisarme?Tras regañar a la anciana, mira a Kaim y agacha la cabeza a modo de disculpa.
-Lamento si le ha molestado. Está mayor y se le va la cabeza. Le ruego que la perdone.
Sin embargo Shushu frunce los labios y exclama:-¿Qué estás diciendo? Solo estoy hablando con mi hermanote Kaim. ¿Qué tiene de malo?
Clava los ojos en el joven y pregunta: -¿Quién eres tú?
El muchacho mira a Kaim con ojos tristes y comienza a disculparse de nuevo.
Kaim esboza una sonrisa afligida y lo interrumpe.
Sabe que a veces es más triste y doloroso cuando una vida se alarga que cuando es demasiado corta. Aun así, por dramática que sea la vida de una persona, nadie tiene derecho a pisotearla.
-No comprende que es una anciana.Si le pongo un espejo delante, pregunta: “¿quién es esta viejecita?”.
El muchacho, que se llama Hosee, le explica la situación: -Puede no acordarse de lo que ha desayunado, y sin embargo conserva recuerdos muy vivos de su infancia.
Kaim asiente con la cabeza.
Hosee y Kaim se sientan en un banco de la plaza del pueblo y miran cómo Shushu recoge flores.Está confeccionando una guirnalda para su hermanote, al que hace tanto tiempo que no ve.
Pero, en serio, señor, ¿no le estamos entreteniendo? ¿No tenía prisa?
-No, no pasa nada, no te preocupes.
-Muchas gracias.
Sonríe por primera vez y afirma que hacía años que no la veía tan contenta.
El joven está convencido de que su bisabuela cree que Kaim se parece a alguien que conoció de pequeña. Kaim lo prefiere así. Sabe que Hosee ni se imagina que está hablando con alguien que nunca envejece, ni tiene por qué saberlo.
-Su salud ha empeorado mucho últimamente.Cada vez que tiene fiebre, nos preguntamos si habrá llegado su hora y nos preparamos para lo peor.Pero luego se recupera como si nada. A veces bromeamos diciendo que se le va tanto la cabeza que se le olvida morir.Kaim mira al chico, que mantiene la vista al frente. Hosee sonríe con cariño mientras habla de su bisabuela. No cabe duda que de pequeño ella lo abrazaba y jugaba con él. Ahora, ya mayor, la vigila como un padre que cuida de su hija.
Le grita: -Muy bien, bisabuela. ¡Hacía mucho que no preparabas una corona tan bonita!
Shushu, acuclillada entre la hierba con un ramo de flores en las manos, contesta:-No es verdad. ¡Ayer le hice una guirnalda!
-Luego le dice a Kaim-:¿Verdad, hermanote? Te la pusiste para mí, ¿a que sí?
Kaim pone las manos en cuenco alrededor de su boca y le grita:-¡Claro que sí! ¡Olían a gloria!
El rostro de Shushu se retuerce de pura dicha.Hosee se conmueve y agacha la cabeza.
Kaim le pregunta: -¿Eres el único que cuida de ella?
-Ajá. Junto con mi esposa Cintia.
-¿Y tus padres?¿O tus abuelos? ¿Ya no viven?
Hosee se encoge de hombros y responde:
A sus abuelos se los llevó la epidemia de hace veinte años.
Su padre murió en la guerra que sacudió la zona diez años atrás.
Su madre, la nieta de Shushu, envejeció más rápido que su madre y falleció hace cinco años.
-Así que mi bisabuela ha asistido a todos los funerales: los de sus hijos y los de sus nietos. Cuando nos dimos cuenta, era la persona más vieja del pueblo. Debe de sentirse muy sola…
-Seguro –confirma Kaim.
-Tal vez sea un favor de los dioses el perder la cabeza cuando se ha vivido demasiado. Al menos es así como yo lo veo últimamente. Aunque nos dé pena, no está sola en absoluto. Vivir mucho significa acumular montones de recuerdos. Puede que no esté tan mal vivir entre ellos durante nuestros últimos días.
Shushu se pone de pie cargada de flores.
-¡Hermanote Kaim! ¡Te voy a hacer una corona de flores ahora mismo!Si me sobra alguna, le prepararé otra a este muchacho.
Kaim y Hosee se miran perplejos.
-¿Por qué sonreís así? –pregunta Shushu-. ¿Ahora sois amigos?Abre sus ojos cercados de arrugas cuanto dan de sí, les sonríe con toda su ilusión y se desploma sobre la hierba.
Hosee hace ademán de salir corriendo a buscar a un médico pero Kaim le sujeta del brazo y le dice: -Será mejor que te quedes con ella.Por irónico que resulte, Kaim, que en el fondo no se imagina cómo se siente una persona al envejecer, ha presenciado por ese mismo motivo incontables muertes a lo largo de los años. La experiencia le dice que esta vez Shushu no se va a recuperar.
La anciana está tendida boca arriba, arropada con las flores que había recogido.
No ha perdido la sonrisa.-Espera un momento, hermanote Kaim. Ahora mismo termino tu corona de…
Su mente sigue extraviada entre sus recuerdos.¿Seguirá así hasta el final?
-¡Aguanta, bisabuelita! ¡No me sueltes!
Hosee le coge la mano y le infunde ánimos entre sollozos aunque tal vez ella ni siquiera sepa que es su bisnieto.
-¡Soy yo, bisabuelita, yo, Hosee! ¿No te habrás olvidado de mí, verdad?Anoche te bañé. ¿No me reconocías entonces?
Hosee le habla con desesperación.
Aún así, Shushu, que no deja de sonreír como una niña, se está yendo de este mundo.
-¡Pronto seré padre, bisabuelita! ¿Recuerdas? Te lo dije anoche. Cintia lleva un bebé dentro. ¡Vas a ser una tatarabuela maravillosa! Nuestra familia va a crecer… Otra criatura sangre de tu sangre.
Sin perder la sonrisa en ningún momento, Shushu coge una de las flores entre sus dedos temblorosos.
Se la ofrece a Hosee y, con un hilo de voz, le pide:-No me olvides, ¿me oyes?
Hosee no comprende.
¿Cómo iba él a saber que ella tenía por costumbre decir eso de pequeña?
Kaim le pone la mano en el hombro y le dice que le responda.
-Entiendo, bisabuelita. No te olvidaré. No pienso olvidarme de ti nunca. ¿Cómo iba a olvidarme de mi bisabuelita?
-No me olvides, ¿me oyes?
-No me olvidaré de ti, bisabuelita, créeme. Siempre te recordaré.
-No me olvides, ¿me oyes?
Shushu cierra los ojos y posa la mano sobre las flores que cubren su pecho, como si buscara algo entre ellas. Parece que quisiera abrir la puerta que lleva a donde viven los recuerdos.
La brisa la acaricia.
Las flores que la cubren bailan al son del viento junto con los recuerdos.
Seguramente entre ellos se encuentra el Kaim de hace ochenta años.
Kaim arranca uno de los agitados pétalos y cierra el puño a su alrededor.
Shushu ya no volverá a abrir los ojos.
Ha emprendido un viaje hacia un mundo sin pasado ni presente.
Solo deja atrás a Kaim, que vivirá siempre, y a Hosee, que será padre dentro de poco.
Sin soltarse del cadáver, Hosee levanta la cabeza y mira a Kaim con los ojos bañados en lágrimas.
-Muchas gracias –le dice a Kaim, el viajero-. Gracias a usted, mi bisabuela fue feliz recogiendo flores en sus últimos momentos.-No, no ha sido gracias a mí –corrige Kaim.
Aprieta el pétalo que guarda en el puño y le dice a Hosee:-Estoy seguro de que si hubiera terminado su corona, se la habría regalado a tu bebé.
Hosee ladea la cabeza con timidez y murmura acto seguido, sonriendo a pesar del llanto-: Seguro que sí.
Respecto a la promesa que le has hecho… mantenla y no la olvides.
-No, claro que no.
-Los que se van siguen vivos siempre que alguien los recuerde.
Dicho esto, Kaim empieza a alejarse poco a poco. A sus espaldas oye la voz de Shushu.
No me olvides, hermanote Kaim. ¿me oyes?
Es la voz de la niña que conoció hace ochenta años, que suena más nítida, dulce e inocente que nunca para decir adiós al hombre cuyo viaje no acabará jamás.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor trata de escribir bien, no te pido que no te falte ni un acento pero por favor evita escribir como metroflogger o facebookero. Este blog es un sitio decente. Gracias.